martes, 23 de abril de 2013


El Mar Dulce, 1986. Acrílico sobre tela, 200 x 300 cm



Recién en sus series de pinturas "El Mar Dulce" (1984-1986) y "Siete Últimas Canciones" (1986) las camas comenzarán a situarse en el interior de otro espacio, como si con "Nadie Olvida Nada" se hubiera delimitado  una unidad espacial en el interior de la cama para ahora instalarse dentro de otra unidad, que en el paso siguiente de estas series de pinturas van a ser los escenarios. Y si el espacio de la cama suele ser un cuarto o una habitación como lugar de una intimidad, los escenarios son sitios o partes de un teatro o de una sala en que se ejecutan espectáculos públicos y sobre la cual tiene lugar una actuación. Podría pensarse en Kuitca, en la intimidad como una acutación pública y abandonada, siempre escenas que el púbico y hasta los mismos actores han abandonado, contodas las sillas tiradas por el suelo, y al juntar esas camas de dos plazas se añade el componente sexual y desolador de la cama. Al respecto, el artista va a decir: "No hubo una irrupción del teatro en mi pintura, sino la simple demarcación de un espacio escénico". Escenarios amplios y turbios, el escenario que resta de una orgía borrada en cuyo fondo se proyecta insistente la escena del coche de guagua cayendo por la escalera de la película "El acorazado Potemkin" de Eisenstein, símil de esa cama descontrolada en la fragilidad del desastre.